Alfredo Trucchia y Mireya Suarez dejaron sus profesiones en 1995 y compraron 7 vacas lecheras. 24 años después siguen con el tambo y venden 25 tipos de quesos en 7 comercios propios, con sus 4 hijos como avanzada de un centenar de colaboradores.

El tenía 41 años y una historia como contratista rural. Ella, 35, y una trayectoria como profesora de inglés. También tenían, ya, a sus 4 hijos. Vivían en Conesa, un pueblo de 4.000 habitantes, entre San Nicolás y Pergamino. Corría el año 1995, y decidieron apostar por un nuevo un sueño compartido. Que, claro, no sabían cómo podía evolucionar…

Hoy, Alfredo Trucchia y Mireya Suarez, los “alma mater” de Lácteos Don Eugenio pueden ver ese sueño hecho realidad, reflejada en una integración vertical que va desde el tambo a la góndola, con 7 locales comerciales propios, que este año -sí comparando este crítico agosto con el del año pasado- incrementaron sus ventas en volumen un 30%. ¿La fórmula? “Calidad constante y precios accesibles”, contestan sin dudar, casi a coro y con la mirada cómplice con la que encaran todo.

Dejan claro que el sueño no era “ni tan productivo, ni tan económico”. Los movilizaba “que nuestros hijos pudieran estudiar…” y para ello valoraron una actividad que generara ingresos, todos los días. Entonces, él vendió sus máquinas y ella lo acompañó. “Compramos siete vacas lecheras y luego de 5 años de vender sólo masa muzzarella, la profe de idiomas se animó a más y aprendió a hacer quesos”, dice Alfredo, muy orgulloso.

A la enorme confianza que mutuamente han cultivado la consideran clave para el crecimiento de la empresa. “Con las crisis nos fortalecemos, nos une más, incluso como pareja”, retruca Mireya.

En el 2004 armaron “la fábrica” con una tina que procesaba 1.000 litros por semana. Hoy cuentan con dos tinas que pueden procesar 13.000 litros de leche en el mismo momento, con capacidad para llegar hasta 40.000 litros diarios y generan trabajo directo e indirecto para un centenar de personas.

En el camino accedieron a un terreno en el Parque Industrial de Pergamino donde hasta hoy funciona “Don Eugenio” que, entre otros detalles de tecnología y calidad, cuenta con un laboratorio propio que les permite hacer los controles diarios que la leche necesita e implementa un protocolo de industrialización de leche Jersey.

Con ese mix equilibrado, entre lo artesanal y los protocolos de las empresas de punta, elaboran una amplia variedad de quesos blandos, semiduros y duros, unas 25 variedades, que venden en 7 locales propios en Pergamino y otros comercios de la zona. Donde ya sumaron un dulce de leche propio, los salames “Muy de Campo” que Leonardo Trucchia elabora con independencia asociativa, al igual que las prepizzas que Belén Trucchia suma para que la oferta en los locales sea cada vez más completa. “Antes de fines de año tendremos leche en sachet”, asegura Alfredo, el que siempre corre el arco.

En todos los casos, María Eugenia Trucchia, diseñadora gráfica, que ha instalado una imprenta con su marido en Junín -a 90 kilómetros, siempre en el mismo corredor del norte bonaerense, conectado por la ruta 188, donde también está Acevedo, el pueblo donde arrancó el tambo en el ’95- es la guardiana de la “imagen visual” de la empresa. Y María de los Angeles, la mayor, vela por el área de Compras y Control de Gestión.

Así, entre todos, han hecho de “Don Eugenio”, un ejemplo de integración productiva, desde la generación de la materia prima hasta el producto final que llega al consumidor, que mereció un Testimonio Clarín Rural en la última edición de la Rural de Palermo.

“Cuando hacés lo que te gusta, la pasión te lleva”, sintetiza Mireya. Pero vale la pena ponderar la complejidad que han sabido afrontar, más allá de la simpleza con que describen la gestión de lo que empezó como emprendimiento familiar y hoy es una pyme modelo, superando las limitaciones de no haber contado nunca más que con el capital de trabajo, sin créditos importantes.

Por supuesto, no fueron ajenos a las piedras en el camino, ni a los errores por desconocimiento, ni a los condicionantes del contexto, o de la red de trabajo que involucra muchos factores, socioeconómicos y personales.

Por caso, merece señalarse que cuentan con un asesoramiento en recursos humanos de una consultora líder a nivel nacional: es una inversión que sin dudas ha rendido como tantas otras acciones a veces intangibles que más temprano que tarde redundan en resultados, constantes y sonantes.

Apenas con el ejemplo, nada menos, Mireya y Alfredo les dieron a sus hijos “alas cargadas de buena leche”. Y los pichones las desplegaron en tiempo y forma. Con el plus de que, aunque ya todos vuelan a velocidad crucero con suficiente independencia, no diluyeron el espíritu de equipo. Entonces, lo que en muchos otros casos es un amontonamiento en torno a la misma torta, o un desmembramiento inexorable, en este caso es como un escuadrón de aviones que mantiene la fuerza de la unidad.

En definitiva, lo más importante de esta historia es que un matrimonio deseó que sus hijos regresaran a casa, graduados, a compartir el trabajo en la empresa familiar. Y pudieron cumplir el sueño: tienen 4 hijos integrados a la pyme familiar, que siguen desarrollando y expandiendo, con el aporte bien articulado de los nuevos jugadores del equipo, incluidas sus parejas.

Los “ya no tan pichones” vuelven al nido con recurrencia y sin distracciones, como las mejores palomas mensajeras. Es la satisfacción más íntima de Mireya y Alfredo, que disfrutan de sus quesos, con todo lo material y emocional que les aportaron, pero se alimentan el alma con cada visita de sus hijos y nietos.

La empresa familiar, en la mirada de la nueva generación

María de los Angeles Trucchia​

​“Como hija mayor, siento que mis padres, y la empresa que fundaron, son una gran red invisible para nosotros, sus hijos. Tenemos la libertad para definir nuestras actividades profesionales según intereses propios, pero los cuatro sabemos que ellos, siempre van a estar, ya sea porque lo decidamos o porque los necesitemos. Esa red amortigua las caídas e intenta hacernos la vida más fácil. Ahora, siendo madre, entiendo y comparto esta intención más profunda de fundar la empresa.se puede … pero unidos”.

Leonardo Trucchia

“Mis padres, con su ejemplo, me enseñaron el valor del trabajo y del esfuerzo desde que era niño. En mi infancia pasaba las tardes en el campo, entre animales, cultivos y tractores, con mi papá y abuelo. Aprendí de ellos a trabajar, a tener responsabilidad, a darle valor a las cosas que cuestan. Ser emprendedor lo aprendí de ellos. Por mi forma de ser quise ser independiente, y creeé la empresa Muy de Campo, para elaborar chacinados con un modelo similar a Don Eugenio, desde la producción propia y con venta directa al público”.​

María Eugenia Trucchia

“Formar parte de Don Eugenio para mí es un orgullo y al mismo tiempo un desafío, personal y profesional. El empuje que caracteriza a mis padres es siempre una demostración de que con trabajo, perservencia y energía se pueden lograr todos los objetivos que uno se proponga. Asumí el desafío de ir agiornando paulatinamente la imagen corporativa a los nuevos retos que fueron surgiendo producto del crecimiento de la empresa. Ver trabajar a mis padres codo a codo y recordando el trayecto que recorrieron hace que se me infle el corazón”.

Belén Trucchia

“Trabajar en Don Eugenio significa para mí un gran desafío que vivo con compromiso y responsabilidad. Somos una pyme que está en continuo movimiento y transformación, buscando mejorar y adaptarse a los tiempos que corren, y eso me hace aprender todos los días. Mirar el camino que mis papás recorrieron desde que comenzaron, y ver el enfoque, la unión, constancia y entrega con la que trabajan, me hace creer que todo se puede, por eso me animo a seguir creciendo y sobre todo me siento muy agradecida por eso!”.

Farmers up pressure on French government.

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