Nos dejamos guiar por su aspecto e incluso por la imagen que aparece en el envase para dar por hecho que efectivamente se trata de este antiquísimo derivado lácteo.
La regulación es muy estricta y no se puede llamar queso a cualquier cosa. Según la normativa específica publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE), solo se entiende por queso “el producto fresco o madurado, sólido o semisólido, obtenido de la leche, de la leche total o parcialmente desnatada, de la nata, del suero de mantequilla o de una mezcla de algunos o de todos estos productos, […]”.
Pero ya se sabe, hecha la ley, hecha la trampa. Todo lo que no cumpla esto no se puede llamar queso, se tendría que denominar especialidad alimentaria o similar, explican fuentes de la Federación Nacional de Industrias Lácteas (FeNIL) a MERCA2.
Por una cuestión legal cualquier producto no puede llamarse queso, pero las marcas tienen sus trucos para hacernos pensar que estamos comprando queso. Tan fácil como llamarle “Suaves” o “Sandwich”, junto con una imagen que sin duda alguna representa al queso para conseguir que el consumidor crea que está comprando algo que dudosamente puede llamarse queso.
En este caso, la expresión “que no te la den con queso” es perfecta. La confusión más generalizada tiene lugar con las variedades de queso en lonchas, rallado, para fundir o para sándwich entre otros. Lo que ocurre es que el porcentaje de queso en estos productos es en muchos casos ínfima, pero las grasas vegetales, el almidón y la celulosa ocupan los primeros puestos en la enumeración de ingredientes.
Los expertos en alimentación apuntan que no existe un riesgo para la salud en consumir estos sucedáneos, pero son productos ultraprocesados, y eso de saludable tiene poco. El almidón y la celulosa están muy presentes en la lista de ingredientes de los quesos fundidos. Lo cierto es que, la única función de ambas sustancias es evitar que el queso se apelmace. El queso fundido incorpora de igual manera sales fundentes, que tampoco tienen efectos nocivos para la salud, sino que su función es, tal y como su nombre indica, fundir el producto.
LA IMPORTANCIA DEL ETIQUETADO
Es importante leer las etiquetas, y en el caso del queso o “seudoqueso” es imprescindible. Es en esa letra pequeña, que suele pasar desapercibida en todos los ámbitos, donde averiguar qué contiene el producto.
Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en Carrefour. El queso rallado de su marca blanca aparece citado como especialidad alimentaria rallada a base de queso. Y a pesar de que, la mitad (49%) responde a Emmental, el otro 49% procede de un preparado alimenticio a base de grasa vegetal. ¿Y el 2% restante? Almidón de patata.
Lo mismo ocurre con la marca de queso Mz Kebú, en cuyo envase no aparece la palabra “queso”, sino que lo denomina “Sandwich”, aunque en los ingredientes aparece calificado como especialidad alimentaria.
Aunque Carrefour no es la única cadena de supermercados que juega de esta manera. La marca de distribuidor de Mercadona sigue la misma táctica en sus lonchas para fundir. Las denomina “suaves” o “light”, sin hacer referencia en la parte principal del envase al producto del que se trata, el queso.
El queso fundido ocupa un apartado especial en la regulación específica sobre este lácteo, y es que para que el queso cumpla la condición de fundido, tal y como indica el BOE en la norma de calidad, debe contener un extracto seco total mínimo del 35% de masa.
CAE EL CONSUMO DE LÁCTEOS
Según las estadísticas que maneja Fenil (procedentes del Ministerio de Agricultura), el consumo de lácteos en España registra una caída en los últimos años. Las causas son muy diversas, como el auge de las dietas veganas, intolerancias y alergias, que cada vez son más frecuentes. Pero, si se tiene en cuenta que muchos de los productos que se comercializan como queso, y los consumidores compran como tal, contienen una cantidad muy reducida del alimento, las estadísticas, y sobre todo, la salud, se ven afectadas.
Ahora bien, lo más recomendable a la hora de comprar queso, aunque es un paso a seguir que puede extenderse a cualquier producto, es leer la etiqueta con detenimiento, porque es ahí donde aparece la denominación correcta de cada artículo. El precio suele ser un factor determinante a la hora de elegir un producto u otro, ya que, tiende a ir de manera paralela a la calidad del alimento, pero a más comida real, mayor beneficio para la salud. Y la conclusión más evidente, no hay que fiarse de aquello que no incluya la palabra queso en el envoltorio.